martes, 12 de diciembre de 2006

Crítica de un clásico

"La Metamorfosis" de Franz Kafka

En esta historia lo primero que se destaca es la existencia del personaje principal, Gregor, así como también la de su familia y las relaciones establecidas entre ellos. A mi juicio, éste sería un muy buen caso de infección libriana en una familia normal.
En el principio, Gregor protagonizaba el corazón de la familia; era la principal fuente de ingresos económicos así como también de orgullo familiar. Al mismo tiempo, la responsabilidad que le originaba este puesto fué la base para el desarrollo de su naturalidad dictatorial inconsciente, pues en su afán de compromiso para con sus congéneres, exponía como primordial sus deseos y proyectos sin siquiera darse por enterado de las necesidades y sentimientos de su familia. La conversión de Gregor es sólo la cumbre: el ambiente familiar se torna denso y constrictivo, los verdaderos deseos de Gregor salen a exposición en forma violenta y repentina. La aversión que recibe es el reflejo de la discrepancia de objetivos, con el consiguiente desconcierto. La aislación es inmediata e irreversible, el horror ante tal egoísmo hace preventiva la mínima alusión de los hechos a agentes externos. Aquí ya se presentan dos escenarios: el cuarto de Gregor y la casa de su familia. Esta separación violenta permite la evolución paulatina de dos mundos, en donde la decadencia de uno permite el crecimiento del otro. Con crecimiento me refiero a los verdaderos sentimientos y proyectos de una familia que al perder su naturaleza parásita se convierte en un retoño donde las ideas son fundamentales y el accionar es primordial. El parasitismo ahora retira su manto, donde cobra vida la metáfora del lobo vestido de cordero, y el verdadero parásito es purgado (sin adelantarme a los verdaderos propósitos del escritor, denoto una literalidad excesiva en la metáfora). Seguida de la aislación, deviene la expulsión. La identidad de la enfermedad se revela y el remedio es inevitable, la muerte de Gregor es lamentada con tradición por un tiempo razonable. Ya con estos parámetros, el optimismo del final de la obra se explica a sí mismo.
Así, la obsesión parental y fraternal, la confusión de objetivos y el egoísmo debido forman la clásica amalgama que (si se me permite un subjetivismo) felizmente acaba siendo arrancada de raíz para bien de esta familia. Casi un mártir, Gregor acaba con su bondad separando cuerpo y alma, en inconsciente defensa de lo que en vida creía hacer crecer...

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